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1º ESO E - grupo AZUL

Integrado por:

- Idaira P

- Jaime N. C

- Jorge S. S

- Dayana SU

P: PORTAVOZ, S: SECRETARIO, SU: SUPERVISOR, C: COORDINADOR, D: DINAMIZADOR

EL ÁGUILA DEL CALDERO DE ORO

 

Había una vez, allá por el año 1982, un labrador de la aldea de Hórtola. Este labrador se llamaba Antonieto y labraba en tierras próximas a una pequeña carretera. Todos los días, mientras estaba labrando, un cochero que conducía por esas carreteras le decía lo mismo: “Algún día los obreros vendrán a construir unas carreteras sobre tus tierras”.

 

Un día, al llegar a las tierras donde labraba, vio que ya había obreros pisando sus tierras, sacando materiales para construir una carretera y preparando todas las herramientas de construcción. Antonieto no se creía que eso fuese cierto, ¡el cochero tenía razón!

 

Lleno de ira, Antonieto emprendió un viaje para buscar unas tierras donde poder labrar sin preocupación alguna, acompañado únicamente de su azada. Antonieto había cometido un error, no tenía absolutamente nada de comida ni bebida, moriría de hambre. Pero estaba ciego de la ira,  llevaba 10 años labrando esas tierras, y todo el trabajo se había ido al garete.

 

Llevaba ya dos días andando sin descanso, empezaba a tener alucinaciones del hambre que tenía: Veía cosas que ni siquiera existían, cosas extrañas e incluso hadas que le decían cosas como “No vivirás más”, “morirás de hambre”, “ríndete ya”. Antonieto no les hacía caso y seguía caminando.

 

Llegado el tercer día, hambriento y cansado, Antonieto cayó a tierra, él pensaba que era su fin, Antonieto moriría. Pero en el cielo cubierto por las nubes, vio la figura de un ave, ¡era un águila real! Y llevaba un caldero en las patas. El águila bajó a donde se encontraba Antonieto tirado y le ofreció comer un poco de su caldero dorado. El caldero estaba totalmente vacío, Antonieto se moría por una paella y como por arte de magia el caldero se llenó de deliciosa paella. Antonieto se la comió toda. Cuando Antonieto terminó de comerse su plato y se levantó, el águila con el caldero había desaparecido, y Antonieto siguió caminando hasta encontrar la tierra que deseaba.

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